20 de mayo de 2008

Muchos sueños, un único proyecto...

Estamos tratando de construir un proyecto educativo diferente, un proyecto crecientemente alegre y emancipador. Un proyecto donde nos ha tocado hacer la invitación a participar, pero que sólo se completa con la presencia de cada uno de nuestros amigos, vecinos, profesores, estudiantes y apoderados.

Construir este proyecto no es fácil, pero nos anima la imagen inagotable y profundamente generosa de Paulo Freire. No es fácil, lo sabemos, pero nos alegra y compromete profundamente el apoyo, el empeño y la confianza de nuestros profesores; sin ellos, este proyecto educativo estaría en el fondo de un gris cajón.

Acercarnos al ideario freiriano no es nada de fácil, vivir la coherencia pedagógica es extremadamente difícil, pero nos alienta la carita iluminada de los niños y niñas que rien y crecen en nuestras aulas, en los patios oblicuos de nuestro colegio. Sabemos que recién comenzamos, pero nos estimula día a día la fe y el entusiasmo de los adultos que no han renunciado a seguir educándose.

A todos ustedes queremos decirles que no deseamos parar, no vamos a parar. Después de un año de trabajo, esta historia de construcción educativa recién comienza y se va fortaleciendo en la medida que se va tiñendo del sol transformador del Elqui. Y se va fortaleciendo en la medida que todas las mañanas nos encontramos cara a cara con ese brillo de esperanza que brota de cada persona y cada familia que ha confiado en nosotros. No podemos parar, no queremos parar, sólo queremos mejorar.

A todos ustedes, muchísimas gracias...

Colegio Paulo Freire del Elqui
Mayo de 2008





¿Por qué la Integración en la Escuela?


Decálogo para pedagogos críticos e integradores

Domingo Bazán Campos[1]


1. Hemos aprendido que sin educación no llegamos a alcanzar o desarrollar lo mejor de cada uno de nosotros.

2. Hemos comprendido que la educación nos incorpora a la sociedad, pero también que la educación nos puede marginar de ella.

3. Hemos valorado que la mejor forma de vida es la democracia, donde todos somos sujetos de deberes y derechos.

4. Hemos asimilado la idea de que la escuela es un espacio privilegiado para educar(nos); un espacio que, con todo, debemos mejorar ostensiblemente.

5. Hemos imaginado que la escuela encierra un tesoro: el de poder aprender a saber, aprender a ser, aprender a pensar, aprender a estar juntos.

6. Hemos comprendido que la escuela tiene el deber ético y político de acoger a todos aquellos que somos iguales o distintos.

7. Hemos aprendido que efectivamente somos diferentes y que la diversidad lejos de ser una enfermedad es una experiencia legítima y enriquecedora.

8. Hemos ido entendiendo que la educación puede y debe enseñarnos a ser legítimamente diferentes.

9. Hemos argumentado que la integración es posible y necesaria, siempre que sea hecha con amor, seriedad y compromiso. Siempre que sea tan incluyente como liberadora y transformadora.

10. En suma, hemos afianzado la convicción racional y razonable de que la integración -la posibilidad de vivirla en nuestras escuelas- es el mejor indicador de que los pueblos son auténticamente democráticos y que poseen una educación de calidad.

[1] Profesor de la Carrera de Pedagogía en Educación Diferencial de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Mayo de 2008.